1.9.13

Identidades que se suman



Los argentinos nos suelen decir “bolitas” con un tono despectivo, ya que los bolivianos somos en general de baja estatura y cuando salimos de nuestro “ecosistema” engordamos un montón a base de comida chatarra.
Sin embargo, el término “bolita” me resulta gracioso, si tenemos en cuenta que una palabra, es -y no puede ser más que- una palabra, la tomo como nombre de guerra y ya que vivo fuera de mi país, me declaro a mí misma “COSMOBOLITA”.

En septiembre cumpliré 8 años fuera de casa, largos años aprendiendo de culturas ajenas y amoldando mi alma, no siempre me ha sido fácil ser extranjera, a veces, sobre todo durante los primeros años, me negaba rotundamente aprender catalán. Pensaba que yo vivía en España y que me bastaba el castellano. Pero era un argumento que no se sostenía solo, no bastaba mi castellano, cada vez que abría la boca tenía que utilizar palabras ajenas a mí, puesto que -en mi vivencia- nadie se tomaba el esfuerzo de entender que quería decir cubo, cuando decía balde.

Era complicado para mí misma tener que ceder con la cultura española aquello que le negaba a la catalana, viviendo en Cataluña…. Entonces, tuve mi epifanía… y pensé, si para mi es importante mantener mi acento mi manera de expresarme a lo boliviano… no vaya a ser que aprendiendo a hablar catalán pueda conservarlo mejor… no vaya a ser que dejando de luchar, la batalla se termine… no vaya a ser que las identidades se sumen y si me relajo, me convierta en una especie de canal de Panamá de culturas.

Y entre tantas revelaciones decidí abrir mi corazón a los catalanes al punto que ahora me considero abiertamente una catalana de origen boliviano.

Podría pensar que a partir de ahora, todo queda resuelto… pues no… al destino le gusta jugar con mi cabeza, desde hace unos meses he cambiado mi residencia y ahora vivo en Praga ¿qué seré ahora? ¿Una checa, catalana, boliviana? ¿O partir de ahora debo borrar el “catalana” de mi currículo? Supongo que esto último es tan absurdo como pensar que en el aeropuerto de Barcelona, dejé junto a las botellas de litro los recuerdos de 7 años de mi vida, 7 años que he pasado en Barcelona.

Legalmente no soy ciudadana del mundo, conservo de mis orígenes bolitas el pasaporte que no me permite moverme con la libertad que quisiera, pero mi corazón abraza todas las culturas que voy conociendo, porque he comprendido que las identidades no se asesinan entre ellas, las identidades se hacen espacio y conviven en armonía.

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